Trayectoria

Apuntes Biográficos

Pablo Boneu nació en 1969 en la Ciudad de Córdoba, Argentina.

Su actividad  artística es heterogénea y, aunque su formación es autodidacta, durante algún tiempo cursó estudios de astronomía y de cine en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.

Desde principios de los 90′ ha realizado numerosas producciones no convencionales ligadas a la fotografía, el diseño y el video; generando también textos de ficción y numerosas acciones de arte público.

Esta variedad de propuestas no significa que su trabajo carezca de una línea estilística clara. Más allá de su manifestación formal, hay una elemento común que los vincula, una línea de fuerza que recorre toda su producción como un vector oculto, como una identidad que no termina de reconocerse a si misma y es la idea de procedimiento: más que filmar, fotografiar, dibujar o escribir, Boneu inventa estructuras; una clase muy particular de estructuras, que son a la vez cerradas y abiertas. Cerradas porque tienen una coherencia interna rigurosa y abiertas porque pueden proliferar indefinidamente. 

De esta manera, en su obra se conjugan dos impulsos críticos: por un lado, el de producción como repetición serial de un mismo objeto y, por el otro, la idea tradicional de obra de arte como fetiche artesanal. La tensión así originada por esa doble crítica es visible en todas sus producciones, y configura lo que podría llamarse, mas que un estilo, un mundo Boneu, una manera propia de hacer arte y de ser artista.

 

 

en toda esta actividad ecléctica que he desarrollado desde mi juventud, puedo reconocer una preocupante coherencia; y digo preocupante, porque la coherencia a pesar de gozar de una excelente reputación a menudo suele ser una trampa moral, o al menos, una forma de sumisión o mediocridad. Estemos de el lado que estemos.

Cómo sea, este recurrente deseo por desdibujar esa línea imaginaria que divide el original de la copia, la realidad de la ficción, se ha infiltrado en casi todo lo que he hecho. 

Pero siendo honesto, debo reconocer que este afán por subvertir tales jerarquías no es el resultado de una preocupación ética, más bien es estética, y en última instancia profundamente lúdica.

Al contrario de lo que se podría esperar, en un mundo que reconozco sin sentido ni propósito, me invade una inmensa alegría. Una alegría como la de alguien que no estaba invitado a una fiesta y se ha colado por la ventana. Yo me he colado en la vida.

Pablo Boneu,
del libro “La excepción es la regla”


Breve visita al taller

 


Preguntas básicas.
Respuestas transitorias.

¿Cómo fue tu primer acercamiento al arte? ¿Recuerdas algún momento clave que marcara tu decisión de dedicarte a esto?

No encuentro ningún momento concreto más allá del recuerdo difuso de una película de Werner Herzog que vi por casualidad a los 12 años. “El Enigma de Kasper Hauser” significó una discontinuidad de mi imaginario infantil. Solo recuerdo la escena de una caravana en el desierto, guiada por un ciego. Esa imagen poética caló hondo en mi.

Durante mucho tiempo hice eso que llamamos “arte”, sin considerarlo arte. Desde que me acuerdo hago cosas parecidas a lo que hago ahora. En todo caso era muy joven entonces, tenía otras urgencias vitales y un profundo desconocimiento de las categorías. Afortunadamente aún hoy mi ignorancia sigue gozando de buena salud.

 

¿En qué momento decidiste convertirte en artista de tiempo completo?

Te contesto con un pasaje de León Bloy, de hace más de cien años, al que hace referencia Jorge Luis Borges en sus “Otras Inquisiciones”: “El Zar es el jefe y el padre espiritual de ciento cincuenta millones de hombres. Atroz responsabilidad que sólo es aparente. Quizá no es responsable, ante Dios, sino de unos pocos seres humanos. Si los pobres de su imperio están oprimidos durante su reinado, si de ese reinado resultan catástrofes inmensas, ¿quién sabe si el sirviente encargado de lustrarle las botas no es el verdadero y solo culpable? En las disposiciones misteriosas de la Profundidad, ¿quién es de veras Zar, quién es rey, quién puede jactarse de ser un mero sirviente?”

Con esto quiero decir que no lo decidí, o al menos, no de manera consciente. Pienso que decidimos mucho menos de lo que creemos y que el azar juega un papel inmensamente más determinante que el de nuestra voluntad. 

 

¿Tuviste una formación académica formal en arte o fue un camino más autodidacta?

Nunca me he llevado bien con la academia ni con las jerarquías que supuestamente acredita el conocimiento. Mi paso por la universidad fue efímero. Podría decir que mi formación es autodidacta, pero creo que es mas acertado reconocer que ha sido fragmentaria; pues la verdad no aprendí solo. Aprendí de un montón de gente que, voluntaria o involuntariamente me orientaron en mi curiosidad. La mayoría no eran docentes, pero me compartieron generosamente  lo que sabían. 

Tanto en la literatura como en la vida, me gusta explorar las “notas a pie de página” pues, a pesar de su situación marginal; suelen llevarnos a lugares mucho más interesantes que a donde habías imaginado llegar.

 

¿Qué artistas, movimientos o corrientes han influenciado tu trabajo?

El dadaísmo y el situasionismo fueron las vanguardias favoritas de mi juventud.

Pero sobre todo les tengo especial respeto y cariño a los falsificadores. Se que no es muy ortodoxa la categorización, pero yo considero a la falsificación como una corriente artística.

 

¿Tienes algún referente argentino o latinoamericano que admires especialmente?

Maradona

 

Eres un artista multidisciplinario: fotografía, instalación, cine… ¿Qué técnicas o procesos disfrutas más y por qué?

Fundamentalmente disfruto pensar y conversar. Como diría mi amigo Ruben Mira, “La oralidad es un genero literario”. Yo agregaría que es un virus que nos infecta de ideas sin que nos percatemos, mutan y finalmente las hacemos propias, para luego infectar a otros. No hace falta casi nada para conversar, solo un poco de interés. Allí no hay límites concretos y el resultado es absolutamente vital y efímero. El resto de las actividades artísticas requieren negociar con la materia y también, claro, con la voluntad de las personas, lo cual suele ser una actividad decepcionante y bastante agotadora, 

 

¿Tu proceso creativo es más intuitivo o metódico? ¿Cómo nace una nueva obra para ti?

Creo que toda actividad creativa es una mezcla de muchas cosas, no solo de método e intuición.

Hace poco escuche una entrevista a Diego Golombek, un neurocientífico argentino con el que no acuerdo demasiado mas allá de su certero análisis de como hacer un buen asado. En una entrevista le preguntaron a Golombek si era posible fomentar la creatividad de alguna manera y que había que hacer para ello. 

Para mi sorpresa arriesgó una receta de solo cuatro ingredientes, la cual, creo, que es bastante acertada: “Trabajo, trabajo, trabajo y disrupción”.

 

¿Qué temas atraviesan tu obra con mayor frecuencia?

La ilusión. Entendiendo la ilusión, claro, no como excepción, sino como regla de nuestra experiencia sensorial y cognitiva.

 

¿Cómo describirías tu estilo a alguien que nunca ha visto tu trabajo?

No lo describiría, mejor se lo mostraría para que saque sus propias conclusiones.

 

¿Qué te inspira dentro y fuera del mundo del arte?

En mi caso personal, me siento más cómodo con la idea de “perturbación” que de “inspiración”

A demás la palabra “inspiración” me cae mal. Hace referencia solapada a una voluntad divina o sobrenatural que interviene en el proceso; ficción a la que no adhiero. 

La perturbación en cambio, es algo que genera intranquilidad, es decir, desencadena un proceso de desorden y yo creo que solo a partir de algo que no está del todo ordenado se puede configurar una nueva versión de la realidad

 

¿Qué obra o proyecto consideras un parteaguas en tu carrera?

“Instrucciones para Destruir Dinero”, una serie de piezas hechas con dinero triturado. 

Durante un año dejé de trabajar, trituré todos mis ahorros y con los restos, es decir con la basura que arrojaba mi trituradora, fui construyendo diferentes obras. Empece triturando mil dólares, pero al poco tiempo mi euforia era tal que me propuse triturar todo el dinero del mundo. Al menos un billete de cada denominación que estuviera en circulación en cada país; es decir que no fuera un billete de colección, sino que sirviera para comprar algo, cualquier cosa. Como había decidido no trabajar más, para vivir iba vendiendo lo que tenía, los muebles, el televisor, mi cama… parte de ese dinero lo reservaba para comprar otros billetes. Y así iba cambiando papelitos de colores por otros papelitos de colores, hasta que ya no hubo más. La travesía duró poco mas de un año, y durante ese periodo fui escribiendo pequeñas notas sueltas, metódicamente fechadas, de lo que iba haciendo o pensando durante el proceso. Con todo ese material luego redacté una bitácora de trabajo mas ordenada y un tiempo después, se publicó un libro. El día 45, dice así: 

“Como quien ahorra, yo, metódicamente, destruyo mi dinero.
Todas las noches al llegar a casa destruyo unos pocos dólares en mi trituradora. Últimamente no tengo tiempo para más. Con paciencia los recombino según el mapa que he trazado de mi obra.
Hace meses emprendí la tarea con entusiasmo.
Al principio creí estar seguro de lo que hacía; de su significado y de su supuesto alcance artístico. Ahora, no tengo la misma certeza.
Como cualquier trabajo rutinario, después de algún tiempo se vuelve tedioso y pierde sentido.”

 

¿Hay alguna pieza que haya significado un reto técnico o emocional particular?

Sí, “La ilusión del Individuo”. Fue una pieza gigante que me comisionaron en el 2022 para un edificio .diseñado por Victor Legorreeta. En el arte, el tamaño si importa: en este caso es una mural cinético de 10 metros de ancho por  8 metros de alto ubicado en el hall de ingreso la Torre Miyana IV, en CDMX. Su construcción fue un verdadero dolor de cabeza. En esta pieza están incluidos partes de los rostro de los involucrados en la construcción de la Torre; desde albañiles y herreros, hasta técnicos e inversionistas. Los casi diez mil módulos que conforman la pieza, se mueven al azar, generando una identidad mixta, una metáfora visual de la interacción de voluntades y el trabajo mancomunado que son necesarios para el desarrollo de un proyecto de esa envergadura. 

 

¿Qué exposición o instalación recuerdas con mayor cariño o impacto?

Una intervención urbana que realicé por el lapso de tres días en la ciudad de Córdoba, Argentina, en 1989. La llamé “La Estética de la Omisión” y consistió en la ocupación masiva de todos los soportes publicitarios del centro y las principales vías de acceso a la ciudad, con carteles casi absolutamente en blanco. Fue una recuperación simbólica del espacio público y una invitación a plasmar un imaginario colectivo más allá de la lógica publicitaria a la que, sumisamente, le hemos cedido ese espacio.

 

¿Cómo ha evolucionado tu trabajo con el paso del tiempo?

La idea de evolución siempre me ha resultado sospechosa. Presupone una linealidad y un proceso de superación con el que no acuerdo. Al igual que con los organismos vivos, me parece mas adecuado hablar de procesos de complejización. Es decir, la adición de nuevos elementos que antes funcionaban por separado o sin correlación y que ahora lo hacen de forma mas o menos sincrónica. Estas nuevas formas más complejas pueden parecernos más interesantes, aunque no siempre presuponen que por ser más complejas, sean mejores.

 

¿Has colaborado con otros artistas, curadores o instituciones? ¿Qué te aporta el trabajo en colectivo?

Actualmente estoy trabajando conjuntamente con mi amigo Ruben Mira en el desarrollo de algunos “artefactos de pensamiento”. Una nueva categoría de piezas que trascienden la lógica usual de eso que llamamos “obra de arte”. 

Es un privilegio poder trabajar con alguien de la inteligencia y sensibilidad de Ruben. Su pensamiento lleva las cosas a otro nivel. 

Pero si somos honestos deberíamos reconocer que el trabajo artístico siempre es, en mayor o menor medida un trabajo colectivo. Claro, aunque a veces no seamos consientes de los aportes intelectuales o materiales que hemos recibido y otras veces, omitamos créditos por pura vanidad.

 

¿Hay alguna colaboración que te haya marcado especialmente?

Cuando tenía apenas 23 o 24 años me invitaron a crear la escenografía para un concierto de “Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota”. Fue el último recital que dió la banda en Buenos Aires, en el Estadio de Huracán, en 1994. Los Redonditos de Ricota fue una banda de rock que movilizaba a ciento de miles de personas a travez del territorio argentino para asistir a sus recitales. Era una fiesta pagana, un hecho sin precedentes en el país.

No solo fueron un hito musical en los años 90, fueron también un fenómeno social y cultural irrepetible. Haber formado parte de esa efervescencia fue un privilegio para mi.

 

¿Cómo ha sido tu experiencia dentro del circuito de arte internacional?

Inmensamente estimulante, como nadar como pirañas.

 

¿Cómo ves el papel del arte en los tiempos que vivimos?

El arte está tan confundido y temeroso como nosotros. Y también como nosotros, se ha vuelto superfluo y adicto a la novedad. En ese sentido se ha transformado en un narcótico más. Si bien creo que esto tiene más que ver con los medios de difusión y comercialización que lo promueven y funcionan como diciplinadores estéticos y políticos, que con su potencia creativa intrínseca, siento que estamos atrapados en un loop. Quizás hay que dejar de hacer arte, al memos de la manera en la que lo venimos haciendo, o bien inventar otra categoría y otros procesos. No tengo muchas certezas, solo intuyo que es necesario volver al arte peligroso. Peligroso para nosotros mismos. Peligroso por confrontar nuestras certezas y prejuicios, mas allá de la prudencia que demanda el reconocimiento y el éxito. 

 

¿Qué proyectos tienes en puerta o te gustaría realizar en el futuro?

Estoy trabajando conjuntamente con Rubén Mira y Francisco Gonzalez en una ¨Celebración del Tiempo”; un evento con el cual pretendemos explorar otra forma de exhibir arte más allá de la lógica usual de los museos, las galerías y las ferias.

 

¿Cuál te gustaría que fuera la huella que deje tu obra en la escena creativa?

Me gustaría que fuera como la huella de una babosa: brillante a la luz del sol por unos segundos, para luego desaparecer sin dejar rastro en la tranquila indiferencia del jardín.